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No sé si mirar arriba, adentro o abajo, porque lo que encuentro frente a mí es más de lo mismo, de lo mismo que yo soy quiero decir. ...

sábado, 30 de agosto de 2014

TRANSPARENTE Y RECIA ES NUESTRA ATALAYA.

Llega el aire fresco del mar a la atalaya, y la atraviesa colándose por las rendijas que separan los tablones de madera. También el techo deja parar algún estrecho rayo de sol.

La atalaya ha de ser lo más transparente posible, para que filtre al mínimo la realidad que la inunda, por eso es difícil verla, pero a la vez ha de ser recia, robusta y resistente, para superar los envites de la naturaleza y también del desaliento, por eso se mantiene en pie día tras día, año tras año, a pesar de las duras condiciones que en ocasiones se ciernen sobre ella.

Nuestra atalaya es como los ojos, que sirven para ver, pero que cerrados sirven para imaginar y hacer posible lo imposible, para intuir lo que la costumbre da por hecho y lo que el prejuicio deslumbra. Cualquiera puede mirar, pero saber ver... eso es ya otra cosa.

Una mirada nueva. Ya dijeron eso muchos filósofos antiguos y modernos, y sólo llegaron a donde quisieron llegar, que no es más que a donde pudieron llegar. Una mirada nueva ha de ser una premisa intuitiva que ilumine caminos nuevos, increíbles, que tal vez nos lleven muy lejos, pero que difícilmente podremos compartir, porque la intuición es muy personal.

Por Pólux.

viernes, 29 de agosto de 2014

ZARATUSTRA, EL BIEN Y EL MAL.

"Hay una antigua ilusión que se llama bien y mal. Hasta hoy he estado girando la rueda de esta ilusión en torno a adivinos y astrólogos. En otros tiempos se creía en adivinos y astrólogos, y por eso se creía que todo era fatalidad: 'Debes, puesto que te ves forzado.' Pero luego se empezó a dudar de astrólogos y adivinos, y entonces se creyó que todo era libertad. 'Puedes puesto que quieres.' Hermanos, hasta hoy, sobre las estrella y el futuro, no ha habido más que ilusiones, pero no un auténtico saber. Por eso no ha habido sobre el bien y el mal nada más que ilusiones, pero no un saber."

"Así habló Zaratustra", de Friedrich Nietzsche (1883-1885).

jueves, 28 de agosto de 2014

¿ES REALMENTE DISTINTO LO MATERIAL DE LO INMATERIAL?

Solemos dividir la realidad, el mundo que nos rodea, en hechos naturales y en actos conscientes, diferenciando con ello claramente la distinta naturaleza de los hechos que suceden, incluida la vida, y los pensamientos o hechos o actos conscientes, espirituales, diferentes de lo puramente material.

Que lo mental (pensamiento y consciencia inmaterial) sea tan diferente de lo natural (lo material producido por la naturaleza exento de lo racional o espiritual), no creo que sea algo que esté demostrado. Lo que está es diferenciado, y eso nos lleva a creer que son cosas distintas.

Es obvio que ambos aspectos tienen un origen común, la naturaleza, lo material, pues sin ese sustrato no habría sujeto del pensamiento y de la consciencia. Pero tampoco un origen común implica que sean lo mismo. Sin embargo mi intuición me hace pensar que sí son realmente lo mismo, aunque mi razón tiende a diferenciarlos.

La forma en que conocemos determina eso que conocemos. El sujeto forma parte activa del conocimiento, pues la mente es un filtro que reconstruye los datos que recopila. Todo esto me hace pensar que la diferenciación de esos dos aspectos es más operativa que real, está determinada más por la forma en que funciona la mente, que por la existencia real de lo racional e inmaterial.

Habremos de dar un paso más para definir de forma conjunta y homogénea lo mental y lo natural (en el sentido en el que he usado esos términos). Aunque tal vez urja esa definición y no sea nada badalí tratarla, será ya cuestión para otro día.

Por Pólux.

miércoles, 27 de agosto de 2014

VAGOS RECUERDOS DE UNO MISMO.

¿No han tenido nunca esa sensación extraña e indefinible al descubrir un papel con ideas y apuntes entre las páginas de un libro que leyeron hace ya tantos años que su recuerdo es vago e impreciso? Allí están plasmadas las ideas que les produjo entonces. Las lees y apenas las reconoces. Son más el recuerdo de un pasado que el reconocimiento de las ideas que parecieron propias.

El tiempo diluye el recuerdo y la vivencia.

¡Qué sensación la de recordar lo que fue uno, leyendo lo que la emoción del momento le produjo! Era tan vago el recuerdo que apenas me reconozco.

Por Pólux.

martes, 26 de agosto de 2014

REFRANISTA POR UN DÍA.

Hoy es martes. "En martes, ni te cases ni te embarques", dice el refrán.

¡Qué rico es el refranero español! Ya he comentado alguna vez aquí que conocí a una mujer mayor que prácticamente hablaba con refranes. Sin haberlo estudiado (apenas estudió de joven), su conocimiento del refranero era muy profundo. Cada vez que oigo un refrán me acuerdo de ella (ya no está entre nosotros).

El refrán suele tener dos partes, la primera en la que se presenta una situación, y la segunda en la que se saca una conclusión didáctica. Es frecuente la ausencia del verbo, lo que le da ese característico  tono intemporal.

Son muchísimos más los refranes que desconozco que los que conozco. Hay registrados casi cien mil refranes, casi "na". Y a modo de muestras aquí tenéis doce refranes que no son de los más usados.

  • En casa de mujer rica, ella manda y ella grita.
  • A padre guardador, hijo gastador.
  • Al enfermo que es de vida, el agua le es medicina.
  • Aramos, dijo la mosca al buey.
  • No son hombres todos los que mean en la pared.
  • Criados, enemigos pagados.
  • Hágase el milagro, y hágalo el diablo.
  • Más mató la cena, que sanó Avicena.
  • Más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena.
  • Soñaba el ciego que veía, y soñaba lo que quería.
  • Quien da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro.
  • Ni bebas agua que no veas, ni firmes carta que no leas.


Podéis elegir el que más os guste, porque "sobre gustos no hay nada escrito".


Por Pólux.

lunes, 25 de agosto de 2014

BÚSQUEDA Y CONTRADICCIONES.


Se nos va acabando agosto. Se acaba el tiempo de vacaciones para muchos y se espera con desgana la vuelta al trabajo. Yo, sin embargo, espero con ganas que acabe el mes, pues aquí, en nuestra atalaya, comienza el mejor tiempo, septiembre y octubre, ya que la gente abandona las playas y el tiempo aún acompaña.


La soledad es fundamental en nuestra atalaya. Las mejores épocas para nuestra reflexión en la atalaya son el otoño (septiembre y octubre) y la primavera (de marzo a principios de junio).

Pero la búsqueda en la atalaya se vuelve contradictoria. Por un lado el deseo de búsqueda, y por otro la seguridad de que "no hay nada nuevo bajo el sol", como reza el Libro del Eclesiastés. La cita completa de ese Libro del Antiguo Testamento es "Lo que fue, eso será. Lo que ya se hizo, eso es lo que se hará; no se hace nada nuevo bajo el sol" (1:9).

Buscamos, sí, pero sabemos también que encontrar no suele ser plato de gusto, aunque sintamos la necesidad de hacerlo. En el mismo Libro del Eclesiastés encuentro otra cita que me asiste en lo que quiero decir: "En la mucha sabiduría hay mucha angustia, y quien aumenta su conocimiento, aumenta su dolor" (1:18).

Por Pólux.

domingo, 24 de agosto de 2014

CÓMO PASAR LA ITV Y APRENDER SOBRE EL CARÁCTER HUMANO.

CÓMO PASAR LA ITV Y APRENDER SOBRE EL CARÁCTER HUMANO.

Por Pólux (24 de agosto de 2014)


Ayer sábado era el día tope para someter mi vehículo a la Inspección Técnica de Vehículos, más conocida como ITV. Semanas antes había conseguido mi cita para ese día, a las 7:50 horas, bien tempranito. Lo prefiero, así pienso que tardaré menos. Un 23 de agosto, a las 7:50 horas, sábado, y en la provincia de Sevilla (medio vacía por las vacaciones), me pareció el plan ideal para evitar colas, esperas y aglomeraciones.

A las 7:35 entraba en el recinto con mi vehículo, y ¿qué me encuentro?, pues colas, esperas y aglomeraciones. ¡Por Dios, cómo puede ser!

Con las oficinas aún cerradas estaríamos esperando unas veinte personas, si no más. De pronto se acercó un señor y rompió la monótona tranquilidad que respirábamos diciendo con ímpetu “¿quién es el último?”. Le miré y le dije que yo era uno de los últimos en llegar, pero que tenía cita y no creía que importara tener que guardar una cola. Las demás personas asintieron, pues todas parecían tener cita previa. Aquel señor no pareció contento con la respuesta y comenzó a decir con tono poco amistoso: “No, si yo lo pregunto porque luego vienen los problemas, y lo último de lo que tengo ganas es de que alguien me diga algo porque crea que me quiero colar, porque desde luego hay gente para todo, y yo ya estoy peinando canas para aguantar que venga cualquiera a decirme nada a mí, y menos después de querer saber cuál es mi sitio en la cola.” Algunas personas, con ánimo tranquilizador, le decían que no pasaba nada, que no había cola porque todos teníamos cita previa, que cuando entrara preguntara, que nadie le iba a decir nada. Pero el señor que decía peinar canas (serían las de su barba, porque en la cabeza tenía más bien pocas) seguía erre que erre: “Yo lo que no quiero son luego líos, porque no tengo ganas de aguantar que nadie me diga nada, porque siempre hay quien se molesta o piensa que uno se quiere colar o aprovecharse, y desde luego no estoy dispuesto a aguantar cosas de esas porque ya tengo una edad y no me da la gana.” ¡Qué mareo me produjo escucharle!

A aquella temprana hora del sábado no había colas, todos estábamos tranquilos esperando y ya empezaban los problemas con la cola. Si hay cola, problemas, si no las hay también, ¿qué queremos entonces?

Abrieron por fin las oficinas a las 7:50 horas, la hora de mi cita, que por cierto era también la cita de otras tres o cuatro personas más. Aquello me recordó a los médicos, que citan a unos pocos a la misma hora y luego hay unos retrasos de hasta horas (en el caso de la ITV está justificado pues hay varias líneas de inspección que se usan a la vez, en el caso de los médico no hay justificación, aunque ellos pretendan que sí). Pero como yo tenía la segunda hora con cita (la primera era las 7:45 y la segunda las 7:50) no preveía tardar mucho.

Una vez en las oficinas hay que aprender la mecánica de atención al cliente. Primero vas a una máquina con pantalla táctil en la que buscas tu matrícula y la seleccionas. Entonces la máquina expide un billete con la matrícula. Tras esto hay que estar pendiente de una pantalla en la que aparece tu matrícula con indicación de la mesa en la que vas a ser atendido. Te diriges a esa mesa, entregas el billete, te piden los papeles pertinentes, pagas lo que no es otra cosa que un impuesto revolucionario al que llaman tasa para que parezca algo legal (menudo negocio el de las concesiones de la ITV), te devuelven los papeles con otros más y esperas a que tu matrícula aparezca en otra pantalla junto con la indicación de la línea por la que será inspeccionado tu vehículo. Claro, todo eso descoloca a cualquiera la primera vez, y más cuando llegas pensando que harás la cola de toda la vida. Pero en verdad no hay problema, en un minuto, observando lo que hacen los demás o preguntando a cualquiera, entiendes el sistema y adviertes su simplicidad y beneficios. Pero llega el señor de turno y la monta: que si vaya país de ineptos, que a quién se le ha ocurrido tamaña barbaridad, que esto es de locos, que claro, nos callamos y hacen con nosotros lo que quieren, que aquí todo el mundo se aprovecha, que si este es el país de las colas… En fin, acabó diciendo cosas sin sentido, porque si para algo sirve ese sistema es para evitar las colas y facilitar la atención al cliente.

Habían pasado veinte minutos, todo iba sobre ruedas y ya hubo dos incidentes, y ninguno derivado de una mala actuación de los señores de la ITV (que suele ser lo procedente). ¡Y luego nos quejamos de los políticos!

Lo único agradable, todo hay que decirlo, fue el trato recibido por parte del operario de la línea que revisó el automóvil. La costumbre te enseña que suele ser al revés, pero en este caso la norma no se cumplió. Aquel hombre me comentó que, efectivamente, en contra de lo esperado había mucha afluencia de clientes, y que a esta fecha le habían llamado como refuerzo por la cantidad de trabajo que tenían. Asimismo me contó, mientras trabajaba, claro, algunos casos que me reafirman en la conclusión a la que llego al final de este escrito, como el de un señor con una Audi nuevo, con asientos de cuero, todos los extras, en fin, un coche de lujo, pero que llevaba las ruedas tan gastadas que podían verse los alambres que refuerzan la cubierta por dentro. Evidentemente el operario le dijo que no pasaría la ITV hasta que cambiara las ruedas (que eran de una anchura acorde con el tamaño y el motor del automóvil), a lo que el usuario del Audi le respondió algo así como “Pero, ¿sabe usted cuánto valen unas ruedas como estas?, por su culpa voy a tener que dejar a mis hijos sin comer, ¿quién se cree usted para hacerme eso?”. Vemos claramente que la lógica no siempre funciona con lógica, al menos al tipo del Audi no. “Yo a lo mío y el mundo en mi contra, no hay derecho”, algo así debió razonar.

Finalmente, en cuarenta minutos había acabado. Mucho teniendo en cuenta que tenía una de las primeras citas (aunque yo llegué quince minutos antes) y poco comparado con la hora y más que en anteriores ocasiones me habían hecho esperar en otras instalaciones.

Conclusión: entre la masa pasan desapercibidas personas conflictivas e insatisfechas dispuestas a estropear cualquier cosa que toquen, y sólo es cuestión de suerte que un energúmeno de esos sea tu vecino, tu compañero de trabajo, o quien conduce detrás tuya intentando adelantarte. ¡Dios nos coja confesados!


Por cierto, pasé la ITV sin incidentes. Así que hasta la próxima, a ver lo que da de sí.