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sábado, 19 de julio de 2014

POLÍTICOS, POLICÍAS MUNICIPALES, MÉDICOS Y JUECES: UNA PANDILLA DE IMPRESENTABLES.

Cuando éramos niños nos daban miedo los fantasmas y el coco, sobre todo en la oscuridad de la noche. Todo podía pasar, que nos raptaran, que nos comieran..., prácticamente cualquier cosa.

Ahora de mayores resulta que, en contra de lo que creíamos, seguimos teniendo miedo, sólo que ya no a los fantasmas y al coco. Ahora tenemos miedo a otros entes pululantes mucho más reales, por lo que el miedo es también mucho más real.

Ahora tenemos miedo, principalmente, de los políticos, los policías municipales, los médicos y los jueces, y además por ese orden (aunque no son todos los "fantasmas" que nos dan miedo).

De los políticos, ¡qué vamos a decir!. Dirigen o maldirigen nuestras vidas. Nuestro bienestar y nuestro futuro está en sus manos, con el agravante de que sus intereses no siempre son los nuestros. Ellos no sufren la crisis como nosotros, así que no la ven como nosotros. ¿No es para tener miedo?

La Policía Municipal son una pandilla de señores a los que se les sube a la cabeza el poder que les da una plaquita. Dicen que cumplen la Ley para ayudarnos, pero lo cierto es que suelen cumplirla como les da la gana interpretarla. Ante la prepotencia con la que actúan sólo cabe la indefensión. Además como a Policía Municipal llega cualquiera que no sirve para otra cosa, la "profesionalidad" está asegurada. Cada vez que vemos a uno nos dan ganas de salir corriendo. Puro miedo.

En el gremio de los médicos hay de todo, pero con el problema añadido de que su mala intervención puede fastidiarte totalmente la vida. Los hay malos, como en todas las profesiones, pero sus consecuencias son más importantes, pues no es igual una cadera mal puesta que un ladrillo mal colocado. Eso unido a la falta de humildad que rezuman (prefieren estropearte antes que mandarte a otro colega) les convierte en un enemigo público a temer. ¡Cómo para no tenerles miedo!

Y por último los jueces. ¡Dios nos coja confesados! A éstos sí que no se les puede ni rechistar. Son como pequeños dioses para los que las circunstancias personales no suelen tener ningún valor, tan sólo cuenta la Ley, a la que se deben y la que interpretan según su mentalidad. Y no hay más que hablar. Es difícil ser más prepotente que un juez prepotente.

¿Qué tienen en común todos ellos? El poder que ejercen. Al final va a ser verdad eso de que el poder corrompe, y si no corrompe al menos estropea bastante.

A todos estos (no a los que a pesar de pertenecer a a esos gremios ejercen bien su trabajo, que los hay) seguro que su prepotencia les impide mear dentro de la taza del retrete, porque creen que en su categoría va implícito saber apuntar. En fin, os aconsejamos que no entréis en el servicio con ninguno de estos señores, porque a buen seguro saldréis con los pantalones manchados de sus orines. ¡Qué asco!

Por Cástor y Pólux.


viernes, 18 de julio de 2014

CUANTO QUIERO, DIGO ODIO A MI JEFE.

¡Por fin ya es viernes! ¡San viernes bendito! Pero claro, siempre que no se trabaje ni el sábado ni el domingo. Somos muchos los que cumplimos esta condición, sobre todos funcionarios y trabajadores por cuenta ajena. Ser funcionario nunca nos ha atraído especialmente, pero ser empresario y no trabajar para otros nos ha parecido interesante.

Pero para ser empresario hay que valer, hay que servir, y nosotros parece que tenemos una limitación genética para ello. Serviremos para otras cosas, pero lo nuestro no es ser emprendedores en los negocios, muy a nuestro pesar, así que nos contentamos con poner verde al jefe, a pesar de no saber lo que es eso porque nunca lo hemos sido.

Si no existiera el jefe, ¿a quien culparíamos de todos nuestros problemas laborales?, ¿con qué conversación llenaríamos las horas que dedicamos a criticarle?, ¿qué uniría a una plantilla de trabajadores si no existiera el jefe?

Psicológicamente también es muy útil, hasta profiláctico diríamos, tener alguien con quien desahogar las frustraciones que nos produce la vida. Si no existieran los jefes las consultas de los psicólogos y los psiquiatras estarían constantemente abarrotadas, y ya serían más que ricos a nuestra costa. Así que los jefes cumplen una función social de gran importancia. Hemos de reconocerles al menos eso.

Bueno, acabemos hoy de trabajar para irnos a casa a sudar, porque, claro, el jefe está de vacaciones, sí, sí, el mismo que nos puso todas las pegas del mundo para cogérnoslas nosotros. Al principio nos hizo creer que éramos imprescindibles, pero luego comprendimos que si éramos imprescindibles era para que pudiera él irse de vacaciones cuando le diera la gana.

Pero gracias a Dios tenemos un jefe al que poder odiar, porque si no fuera así no sabemos que sería de nosotros.

Por Cástor y Pólux.


jueves, 17 de julio de 2014

UNA ENFERMEDAD LLAMADA EDAD.

"Sí, ando un poco doblado, tengo un hombro más alto que otro y, lo que es peor, pues es más evidente, tengo la nariz torcida. A primera vista nada de ello se nota mucho, pero un vistazo más detenido lo evidencia sin lugar a dudas. Yo creía que era perfecto, que podía hasta tener cierto encanto, pero la realidad del espejo no me deja hacerme ilusiones.

Luego que si la hernia discal, la tensión, los triglicéridos malditos, la próstata... Una especie de complot se cernía sobre mí, sin que yo acabara de comprender su verdadera magnitud. Un día alguien me miró a los ojos y me mostró la cruda realidad, la razón de todos mis males. Me dijo: "Lo que te pasa se llama edad. Cuando pasas determinado número todo se vuelve contra ti de forma irremediable. Ya dejas de sumar para restar. Sólo te queda enfermedad y deterioro". Más que decirme la verdad pareciera querer hundirme con ella.

"Menudo panorama", me dije. Ya todo el mundo te dice que tienes que cuidarte. Pero ¿qué es cuidarte? El cuidado es sinónimo de sacrificio. No hagas esto, no comas lo otro..., negaciones constantes.

¡Cuánta complicación, por Dios!, así que he decidido no negarme, no cuidarme y sobre todo, no mirarme en el espejo. Ojos que no ven, corazón que no siente."

Por Cástor y Pólux.


miércoles, 16 de julio de 2014

¡ QUÉ "CALÓ" TAN ESPANTOSA !

El calor cae estos días como si de una masa viscosa se tratara, pegadiza y maleducada, pues nos invade sin permiso. Cada gota y cada partícula de esa masa impregna el calor directamente en cada poro y en cada célula de nuestra epidermis, atravesándola con descaro para llegar hasta los mismísimos huesos, que parecen que van a doblarse maleados por la blandura que provoca ese calor.

La piel suda, en particular el cuero cabelludo, hasta que nuestra cabeza se convierte en un verdadero surtidor. Gota tras gota empapan el pelo y discurren por la ley de la gravedad hasta las cejas, las orejas y, como no, la punta de la nariz, donde se agolpan hasta caer sobre la camisa, ya llena de lamparones por las gotas que le han precedido. No hay paquete de pañuelitos de papel que absorba tamaña profusión sudorípara, tan real como exagerada pueda parecer.

No hay quien pueda con "la caló", a pesar de que nos hemos criado con ella, pero no parece ser algo a lo que un cuerpo normal se acostumbre. A pesar de todo la mayoría espera ansiosa el verano con el calor para justificar sus vacaciones en la playa. Si no tuviésemos verano y estos calores tan espantosos, nos quejaríamos de no tenerlos para salir pitando a la playa.

Y es que el que no se consuela es porque no quiere.

Por Cástor y Pólux.


martes, 15 de julio de 2014

LA ACEPTACIÓN DE UNO MISMO.

Una de las tareas que más difícil resulta afrontar como persona es la de la aceptación de uno mismo. El motivo de tal dificultad reside en el hecho de la necesidad que tenemos de reconocimiento y de creer que somos mejor que la mayoría, lo cual dificulta la autoaceptación. Tal necesidad suele estar basada en una deficiencia, la falta de seguridad en uno mismo. Como vemos todos los términos son interdependientes, aceptación de uno mismo, necesidad de reconocimiento, necesidad de sentirse superior e inseguridad en uno mismo.

Para un correcto desarrollo es necesario el conocimiento de uno mismo y la autoaceptación, a partir de ahí desaparecen muchas de las inseguridades que nos hacen necesitar el reconocimiento ajeno. Pero si el autoconocimiento ya es difícil, no digamos la autoaceptación.

El autoconocimiento es antesala de la autoaceptación. Ésta implica reconocer nuestro sitio, nuestras limitaciones y nuestras cualidades. Finalmente entenderemos que nadie es bueno en todo y que cada uno de nosotros destacamos en algo determinado, perdiendo con ello sentido la idea de querer sentirse el mejor. El problema es que constantemente los medios de información ensalzan determinadas virtudes, haciendo con ello que las deseemos. Pero nuestra seguridad y autoconocimiento nos harán ver que tales virtudes, como todas las demás cualidades, no son más que parte del acervo vital del ser humano. Tales virtudes no son más que otras, a pesar de su reconocimiento, que no es más que otro de muchos convencionalismos.

Pero la fuerza no nos la dan los convencionalismos, sino la seguridad en nosotros mismo, consecuencia de la autoaceptación.

Por Cástor y Pólux.


lunes, 14 de julio de 2014

LA CRUELDAD DE LA IGNORANCIA.

"Alma recorrió caminos singulares, horizontes inalcanzables, montañas imposibles, e infinitos mares. Corrió allá donde nunca estuvo.

Y volvió perdida, olvidada por el tiempo y la memoria, incógnita e ignorada, ajena a lo ajeno, vacía de la vida que dejó.

¿Qué sucedió en el alma de Alma?. Su alma estaba llena, pero los que aquí quedamos, los que no recorrimos caminos singulares, horizontes inalcanzables, montañas imposibles o infinitos mares, no supimos o no pudimos verla.

La plenitud, ignorada, parece pérdida, vacío. Y así la trataban, como una ignorante que por buscar respuestas perdió lo poco que tenía.

Alma quedó sola por la ignorancia de los demás, pero plena de sí misma."

Es cruel el rechazo que produce la ignorancia, pero aún lo es más para quien ignora, porque jamás engrandecerá su alma.

Somos tan humanos que incluso muchas veces la vanidad, para persistir, se viste de humildad, y nos impide ver y reconocer la grandeza en los demás.

Por Cástor y Pólux.

domingo, 13 de julio de 2014

HACE DOS AÑOS, EN NUESTRA ATALAYA.

Bienvenidos a este espacio de OBTENTALIA un domingo más, como cada día desde hace ya más de dos años. Y en ese tiempo hemos compartidos ideas propias y de colaboradores, auténticas y originales en sentido estricto desde luego, mejores o peores lo juzgaréis vosotros.

Ahora echamos la vista atrás y recordamos las palabras que tal día como hoy, 13 de julio, pero del año 2012, viernes y no domingo como hoy, escribíamos en esta página principal de nuestro blog OBTENTALIA.

Hablábamos de nuestro colaborador Perseo, activo con sus historias de "Periquito" por aquel entonces. Hablamos también de nuestra atalaya, ubicada en ese momento en el Alentejo portugués, donde pasamos todo el verano, y en la que surgían día tras días las ideas que aquí íbamos plasmando siempre de forma breve.

La aludida entrada del 13 de julio de 2012 llevaba por título "SALUDOS A PERSEO Y NUESTRA ATALAYA" (enlace pulsando sobre el título). Hace alusión a la fotografía de ese día que, si mal no recordamos, es la que seguidamente se adjunta (y si no, sería una muy parecida).


Pulsar en la foto para aumentar de tamaño.

Además del enlace que hay en el título antes escrito, reproducimos ahora, aquí, el contenido íntegro de la referida entrada.

Buen domingo y buena semana a todos.


"SALUDOS A PERSEO Y NUESTRA ATALAYA"
(13-julio-2012)

Antes que nada queremos enviar un saludo a nuestro colaborador Perseo, sí, el creador de "Periquito" como le conocen muchos de nuestros seguidores. Está de vacaciones. Esperamos que las esté disfrutando. 

La foto de hoy está hecha desde nuestra atalaya. Es la muestra de civilización más cercana que tenemos, sin contarnos a nosotros mismos, claro. Así es esta parte del Alentejo portugués, un acantilado al que se accede por una tierra yerma. Las vistas y los paisajes son de gran belleza, a lo que ayuda la a veces extraña luminosidad del ambiente. Como veis, un lugar perfecto para nosotros. Nuestra atalaya está situada en un lugar parecido al que se ve en la foto, en alto, frente al mar.

No sé que tiene esta tierra que nos atrapa. Playas como las de Odemira, Vila Nova de Milfontes o Porto Covo, más al norte, sólo por citar algunas, son verdaderas joyas de la naturaleza que nada tienen que envidiarles a esas famosas playas del otro lado del Atlántico que nos atraen por su exotismo. Su arena fina y limpia, su mar cristalino y frío y su cielo celeste y límpido, pequeñas calas, amplias playas, y su acantilado... No podemos pedir más.  Es un lujo que tenemos al alcance de la mano, sin embargo esas playas no son tan conocidas ni tan visitadas. Pero por eso estamos aquí, tenemos la suerte de estar en un lugar idílico y además para nosotros solos. No se puede pedir más, no podemos si no repetirnos.

Éste es nuestro lugar, el relax inicial que necesitamos para ordenar nuestra mente. Ésta es nuestra necesidad. Siempre anhelando, deseando, queriendo, intentando... Eso es la vida, querer y no poder, un continuo intento por conseguir lo que no tenemos. De nuevo topamos con nuestra naturaleza. Así somos, aceptamos la tozudez de los hechos, pero sin servil conformismo.

¡ Qué fresquito se duerme en nuestra atalaya ! De día nos calentamos la cabeza con las ideas de Obtentalia y de noche se nos refresca mientras dormimos.

Y una mención especial para nuestra costa onubense, también tan querida por nosotros y en la que tuvimos instalada nuestra atalaya esta primavera. Volveremos a ella algún día, con el permiso del tren que todos los días nos recoge.

Por Cástor y Pólux.