Llegó, como llega siempre lo inevitable, lo que no puede ser de otra manera. Llegó y golpeó, como suele hacerlo, más por nuestra debilidad que por su fortaleza.
Seguimos cerrando los ojos a lo evidente, viviendo de espaldas a la mayor de las realidades. Pero en nuestro descargo diré que vivir con la consciencia de la muerte a cuestas no es nada fácil. ¿Compensa el dolor diario de saber y esperar la muerte de cualquiera en cualquier momento, frente al intenso y desesperante dolor por la muerte inesperada pero con la tranquilidad posterior de quien no vuelve a pensar en ello?
No solemos pensarlo porque siempre huimos del dolor inmediato.
Bendita felicidad la que nos procura el autoengaño y la ignorancia.
Por Pólux.
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