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sábado, 9 de agosto de 2014

FOTOS Y MÁS CONVERSACIONES CON EL TOMATE.

¡Que refrescante la fotografía de hoy! Dan ganas de zambullirse en el agua. De nuevo se trata de una fotografía de María Ruda, nuestra colaboradora fotográfica. Y mañana otra, así que ya tenéis un buen motivo para volver por Obtentalia.

En la entrada de este martes pasado ("CUANDO CONOCÍ AL TOMATE CONVERSADOR") referí un extraño sucedido con un tomate en el frigorífico de mi casa. Hoy hablaré sobre alguna conversación que mantuve con él y las reflexiones que ambos hicimos.

Aquella mañana aún tenía el tomate muy buen aspecto. Su mirada era muy reflexiva. Parecía que la toma de conciencia de su vida, lejos de alegrarle le preocupaba. "¿Por qué he de saber que soy un tomate y tomar conciencia de mis grandes dificultades y limitaciones?", se preguntaba. Hubiera preferido ser un tomate más, sin saber, y acabar masticado en la barriga de alguien, así al menos daría cumplimiento a su naturaleza.

- Si mi naturaleza como tomate es la de posibilitar el proceso de reproducción de la tomatera, manteniendo en mi interior las semillas que luego germinarán, ¿qué me añade ser consciente de ello para llevar a cabo mi misión? -se preguntaba en voz alta el tomate, tranquilo ante mi promesa de no comérmelo.

- No entiendo nada -se repetía una y otra vez.

Le interrumpí queriendo consolarle:

- La inteligencia y la razón nos dan la posibilidad de conocer, pero no de comprender los motivos de nuestro cautiverio mental, aunque estoy convencido de que algún día nuestro nivel de conocimiento nos permitirá cierta comprensión.

Pero el tomate me miraba de reojo, sin convencerse totalmente de que yo no fuera la causa de lo que le sucedía.

-No, yo no tengo nada que ver con la emergencia de tu conciencia -le dije queriendo parecer convincente, algo innecesario ya que era verdad.

- Entonces, ¿por qué eres tú el único ser consciente que aparece tras la puerta?

¿Cómo explicarle al tomate mi vida y mis limitaciones si no va a poder entenderlo dada su muy limitada experiencia de la realidad?, ¿cómo hacerle ver que yo no soy quien la ha dado la conciencia, que yo no soy su Dios?

Por Pólux.

viernes, 8 de agosto de 2014

EL POETA: BRISA, MÉDANO Y SENTIMIENTOS.

Ayer leíamos una poesía de Juan Ramón Jiménez llena de significado, más del que las palabras con que la escribió puedan contener. Es el "milagro" de las palabras.

Hoy contemplamos el mismo paisaje que él conoció, sentimos la misma brisa que a él refrescó, subimos el mismo médano que ya él bajó, y sentimos, sobre todo sentimos, como sintió él.

Un privilegio el de encontrar escritas ideas que nunca hubieses sido capaz de expresar con palabras. Agradecido estoy por ello, e impotente, sobre todo impotente, por no ser capaz de hacerlo yo.

Por Pólux.

jueves, 7 de agosto de 2014

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ Y SU JARDÍN.

Hoy le dedicamos la entrada, como ya hemos hecho en otras ocasiones, al poeta Juan Ramón Jiménez, nacido muy cerca de la costa onubense donde está nuestra atalaya. Un andaluz universal de quien siempre nos gusta recordar alguna poesía que seguro nos dará que pensar y nos hará reflexionar. Os dejamos con la siguiente, a medio camino entre la poesía y la prosa. Todo un deleite su manejo del lenguaje y su forma de construir frases, en ocasiones de apariencia fácil, como nos parece en este caso, pero con la profundidad única propia de su estilo. Todo un regalo para nuestra mente.



«¿Soy yo quien anda...?»
Por Juan Ramón Jiménez.


¿Soy yo quien anda, esta noche,
por mi cuarto, o el mendigo
que rondaba mi jardín,
al caer la tarde...?

                             Miro
en torno y hallo que todo
es lo mismo y no es lo mismo…
¿La ventana estaba abierta?
¿Y no me había dormido?
¿El jardín no estaba verde
de luna...?… El cielo era limpio
y azul… y hay nubes y viento
y el jardín está sombrío…

Creo que mi barba era
negra... Yo estaba vestido
de gris… Y mi barba es blanca
y estoy enlutado… ¿Es mío
este andar? ¿Tiene esta voz,
que ahora suena en mí, los ritmos
de la voz que yo tenía?
¿Soy yo, o soy el mendigo
que rondaba mi jardín,
al caer la tarde...?

                            Miro
en torno… Hay nubes y viento…
El jardín está sombrío…

… Y voy y vengo… ¿Es que yo
no me había ya dormido?
Mi barba está blanca… Y todo
es lo mismo y no es lo mismo…


Tomado de «Jardines místicos », en Jardines lejanos, 1903-1904.



Por Pólux.

miércoles, 6 de agosto de 2014

LA PERSPECTIVA DEL TOMATE Y EL PROGRESO.

El tomate del que hablé ayer, me dijo algo que no por obvio era menos trascendente: "Mi realidad es muy distinta de la tuya, pero ambos coexistimos en el tiempo". Sostenía la teoría de que el tiempo, la sucesión de momentos, podía ser un nuevo Dios al que "adorar".

Lo cierto es que al ser su realidad distinta a la mía también lo era su perspectiva de las cosas. Pero sus vivencias mentales no parecían ser tan diferentes a las mías..., ¿tendrá el mismo origen que yo? Ni él ni yo lo sabíamos, ni creo que pueda saberse sin un mirada nueva, fresca y distinta de la realidad, que descubra nuevos puntos de vista, como lo hizo en su día Einstein.

La mirada que tenemos ya sabemos hasta donde alcanza a ver, la mirada nueva siempre irá un poco más allá, y permitirá la comprensión de lo que a priori no podía serlo (ese es el principio del progreso humano).

Por Pólux.

martes, 5 de agosto de 2014

CUANDO CONOCÍ AL TOMATE CONVERSADOR.

Que cosa más rara me pasó el otro día. Abrí el frigorífico para coger algo y me pareció que un tomate salía corriendo a esconderse al fondo. No puede ser. Cerré la puerta, esperé un minuto y volví a abrirla con rapidez. ¡No había duda!, el tomate se había movido para esconderse. Me agaché y, sintiéndome algo ridículo, le pregunté al tomate, "Oye tomate, ¿estás vivo?". Cuál no sería mi sorpresa cuando el tomate se dio la vuelta y mirándome me dijo: "Sí, pero por favor no vaya a comerme".

No daba crédito a lo que estaba sucediendo, pero aquello era real.

- ¿Cómo puede ser que estés vivo, tomate? -le pregunté intrigado.
- No lo sé, me desperté ayer y me di cuenta de que estaba encerrado en esta caja tan fría, y que tras la puerta hay un mundo diferente del que vienes tú para comerte lo que hay dentro -contestó el tomate con voz lastimera.
- Pero, ¿quién te ha dado la vida? -volví a preguntar sin entender nada.
- No lo sé, pensaba que tal vez tú me la diste, pues eres más poderoso que yo, que tengo limitada mi vida a esta caja y a tus deseos de comerme.

Intenté poner en orden mis ideas por un instante. Aquello no podía ser. Así que me volví hacia él y le dije:

- Tú no puedes pensar, no tienes cerebro, ni conciencia, eres un tomate.
- Pues eso mismo digo yo. Sólo quiero ser un tomate, como los demás, pero aquí estoy, hablando contigo.

Por unos instantes nos quedamos en silencio, como si tanto él como yo necesitáramos asimilar aquella situación.

- Si quieres puedo dejarte salir de aquí para que vayas donde quieras -le dije sabiendo que jamás podría comerme un tomate que hablaba y razonaba como yo.
- No conozco ese mundo tuyo y me da miedo, pero gracias.
- No hay de qué, aquí puedes quedarte todo el tiempo que quieras sin peligro a acabar en una ensalada o un gazpacho.

A la tercera semana el tomate estaba tan deteriorado que apenas podía moverse y articular palabra. Hasta que murió. ¿Puede morir un tomate? Y ahora echo de menos el tomate orador con quien mantuve interesantes discusiones a lo largo de casi dos semanas, y cuya misteriosa vida sigo sin entender. Adivino vuestros gestos de incredulidad (estoy acostumbrado), pero os aseguro que aquello sucedió tal como lo he contado.

Por Pólux.

lunes, 4 de agosto de 2014

EL TRABAJO, CAUSA DE ENFERMEDADES.

La imagen de hoy de nuestro blog (que se reproduce en esta entrada) me produce sensación de libertad, que a falta de ésta es el mejor sucedáneo. Ese espacio abierto en el que parece que uno puede perderse, sólo naturaleza... 

La vista es parecida a la que se aprecia desde la atalaya, verdadera medicina para los males que nos aquejan en esta época: estrés, prisas, falta de tiempo, depresión, insatisfacción, etc. Pocos se salvan del diagnóstico de moda: tensión alta y exceso de triglicéridos, haga usted deporte y coma menos y más sano. Que las conservas no, que los precocinados menos, que los fritos peor aún, que la carne tiene grasa, que el alcohol engorda, que si..., que si..., ¡váyase usted a freír espárragos, que parecen ser muy sanos!

Cuando mi médico me manda medicinas para la tensión y los triglicéricos me dice además, cómo no, que debo cambiar de hábitos y llevar una vida más sana. "¿Más sana, hábitos?", le contesto casi con grosería. Mi tensión y mis triglicéridos sólo tienen como causa un mal hábito: el trabajo. "¡Quíteme de trabajar y verá como mejoro!". Pero como del trabajo no se puede prescindir no conviene ponerlo como causa de muchos males, por lo que se traslada su causa a la forma de vida. El trabajo no podemos cambiarlo pero la forma de vida sí.

De acuerdo, lo acepto, pero que no me vendan la milonga haciéndome querer ver lo que no es. Yo sé cuál es la causa de mis problemas físicos, y también que la única forma de arreglarlos es cambiando la forma de vida, los hábitos, que, por cierto, son los que tengo por causa del trabajo. Que sí, que sí, que sólo hay un camino por el que tirar, pero no quieran hacerme ver que el problema soy sólo yo.

Y es que hablar de esto me pone de mal humor, así que ahora mismo voy a prepararme un par de huevos fritos con chorizo y patatas fritas, a ver si me calmo.

Por Pólux.

domingo, 3 de agosto de 2014

"IGLESIA, DOCTRINA Y MENTALIDAD", POR PÓLUX.

IGLESIA, DOCTRINA Y MENTALIDAD.
Por Pólux (03/08/2014).


Recuerdo como mi madre, no sin cierta decepción, hablaba sobre cuando era joven y no podía entrar en la Iglesia en mangas cortas, y mucho menos con una falda corta, ni siquiera con un escote que hoy sería de lo más normal, y como en religión le enseñaban más sobre el miedo al infierno y el dolor que sobre el amor a Dios y al prójimo. Lo que entonces le parecía moderno y apropiado ahora le parece engañoso e innecesario, y ello porque siempre se preocupó no sólo de ser religiosa, sino de conocer la doctrina de la religión bajo cuyas reglas vivía.
 

Su decepción creo que pone de manifiesto cierta confusión entre lo que es la doctrina de la Iglesia, es decir, el conjunto de ideas y pensamientos que dan cuerpo, vertebran y definen una religión, y la mentalidad de una época, es decir, la forma de pensar que caracteriza a un grupo social en un momento determinado. La doctrina la entendemos con una base arraigada, establecida y estable, cuyas enseñanzas no cambian en el tiempo, y en la que muchas personas basan su vida. La mentalidad, aún pudiendo tener ese misma base arraigada, que en su caso no es condición indispensable, es cambiante a lo largo del tiempo, y los valores de una época dejan de serlo en otra, a costa de otros en ocasiones muy diferentes.

La confusión se produce al adecuar la enseñanza de la doctrina a la mentalidad imperante, como forma de facilitar la integración con los fieles y el pueblo en general, y lo que son formas de entender la vida y normas sociales más o menos arbitrarias o relativas se entienden como parte de la doctrina.

Pero esa confusión entre los conceptos doctrina y mentalidad no ha existido en el pasado ni lo hace ahora de forma gratuita, aunque por distintos motivos. Antaño (tras nuestra dolorosa guerra civil y en épocas anteriores) fue beneficiada la Iglesia, ahora lo es un cierto anticlericalismo que, por cierto, siempre estuvo ahí, sólo que no siempre pudo expresarse.

Una confusión que los propios sacerdotes fueron incapaces de evitar, más bien al contrario, pues les benefició para mantener un estatus privilegiado junto al poder político y social de la postguerra. Nada tenía que ver la doctrina cristiana con apoyar a un régimen político, pero la mentalidad de entonces, manipulada por común interés político y eclesiástico, posibilitó creer que ese apoyo dado por la Iglesia a los vencedores, más afines a sus creencias, era consecuencia de su propia doctrina. Hablaban de la doctrina "ama a tu prójimo" pero actuaban amando a su prójimo si pensaba como era de bien hacerlo, esto es, como el régimen decía. El pueblo no fue más que una víctima de todo ello.

Y el tiempo ha pasado y le ha hecho pagar a la Iglesia esa confusión consentida. Son ahora los contrarios a la Iglesia quienes la acusan de inmoral por la forma en que actuó, no sin razón. Lo que sucede es que se aprovecha ese argumento en contra a pesar de que el tiempo ha pasado y muchas cosas han cambiado. Y es ahora a estos contrarios a la Iglesia a quienes beneficia la confusión entre doctrina y mentalidad, pues las tornas han cambiado y es la Iglesia la que está situada en una posición más débil frente al poder político, imperando una cierta mentalidad proclive a lo laico.

Por ello tiene tanto valor el aperturismo de la Iglesia y la independencia frente a otros poderes fácticos que ha mostrado en las últimas décadas, algo tan necesario, por otro lado, para su fortalecimiento y credibilidad como institución.

El amor del que hablaba Jesucristo nada tiene que ver con épocas y mentalidades, al menos tal como está en la doctrina de la Iglesia. Y las convicciones y pensamientos de aquéllos que están en contra de la Iglesia tampoco deben someterse a prejuicios y formas de pensar pasajeras. Todos nuestros pensamientos deben tener cabida en nuestra sociedad, y la libertad para tenerlos y expresarlos debería ser lo que nos uniera a todos, no lo que nos dividiera. Ateísmo y religión siempre han subsistido juntos a pesar de las tensiones entre uno y otra, y así debería seguir siendo.

Dice el refrán que Dios aprieta pero no ahoga, pero los hombres, en nombre de Dios, han apretado y ahogado, y aún lo hacen en muchas partes del mundo, convencidos de que su Dios es el Dios.

La Iglesia debe vivir y preocuparse del presente y dar cobijo a sus fieles y a quienes no lo son, por encima de mentalidades, opiniones y otras creencias, y ese debiera ser un ejemplo de humildad para todos, pero sobre todo para aquellos que justifican guerras y muertes en nombre de Dios.