De nuevo los descerebrados del Daesh han proclamado en alto su vergonzosa intolerancia, su pertinaz ignorancia de lo que es la libertad y su inhumana falta de escrúpulos. Esta vez con unos atentados mortales en Bélgica.
Son como esos perros rabiosos que hay que encerrar de por vida por que son incapaces de convivir con los demás sin morderles y mostrarse agresivos. No es fácil ni agradable decir eso de un ser humano, pero menos fácil de entender y menos agradable es lo que hace esa pandilla del Daesh, infectos psicológicos cuyas patologías van desde ser capaz de ordenar a otro que se mate en nombre de un supuesto dios que se lo agradecerá, hasta la decadente y débil personalidad de quien cumple el mandato con la convicción del idiota de que así será.
Pero no podemos equivocarnos, si bien sus razones y argumentos sólo se sostiene en mentes débiles que buscan el amparo y el reconocimiento, son personas que piensan y saben organizarse.
Nos tocó sufrir a ETA, otros descerebrados con los que se ha demostrado que su lucha no sirvió para nada, más que para traer el dolor a una sociedad a la que no pudieron doblegar. ¿Para qué sirvieron tantos muertos? Seguro que ellos tendrán razones que harán valer sus deplorables actos, pero eso me da igual, porque las razones que importan son las nuestras, las de los que queremos vivir en paz, con respeto y tolerancia, a pesar y con todas nuestras limitaciones.
Con el Daesh sucederá lo mismo. Su lucha sólo se recordará en el futuro como el dolor que produjeron por los muertos que se llevaron por delante.
Sólo siento hastío, asco y vergüenza al pensar que pertenezco al mismo género humano que esos enfermizos, pero me alivia saber que no somos iguales, porque ellos son unos terroristas asesinos y yo no. Ellos no son más que la zulla que a todos nos sobra cada día, que ha cobrado vida y se ha vuelto contra nosotros, maloliente y desesperada por imponerse.
Hay que entender que no tienen argumentos ni ideología, que sus vídeos son sólo propaganda. Sólo tienen intereses territoriales y económicos, y un supuesto odio a occidente que habría que analizar a fondo para saber sobre su veracidad. Esos intereses están detrás, escondidos, y son su verdadero motor. Aquí los únicos que se engañan son esos desgraciados cuya debilidad y necesidad de sentirse importantes les lleva a morir como cobardes cuando activan los explosivos que llevan encima.
Por Pólux.
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