Ya hace demasiadas semanas que no vamos por nuestra atalaya. Echamos de menos la visión del mundo que nos ofrece, o más bien la posibilidad de pensar en las distintas visiones del mundo que nos ofrece su calma, su quietud y a la vez su zozobra.
No nos gustaría perder la inquietud que nos hizo amar las raíces que hunde en la tierra, pero depende tanto y tan poco de nosotros.
Necesitamos volver a la atalaya, pero los quehaceres y obligaciones diarias nos lo impiden.Tal vez lo estemos impidiendo nosotros mismos, porque en verdad nuestra atalaya está allá donde queremos que esté.
Y ¿qué queremos?, esa es la cuestión. ¡Pero si no sabemos ni quienes somos!, ¿cómo vamos a saber qué queremos?
Por Pólux.
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