Una de las tareas que más difícil resulta afrontar como persona es la de la aceptación de uno mismo. El motivo de tal dificultad reside en el hecho de la necesidad que tenemos de reconocimiento y de creer que somos mejor que la mayoría, lo cual dificulta la autoaceptación. Tal necesidad suele estar basada en una deficiencia, la falta de seguridad en uno mismo. Como vemos todos los términos son interdependientes, aceptación de uno mismo, necesidad de reconocimiento, necesidad de sentirse superior e inseguridad en uno mismo.
Para un correcto desarrollo es necesario el conocimiento de uno mismo y la autoaceptación, a partir de ahí desaparecen muchas de las inseguridades que nos hacen necesitar el reconocimiento ajeno. Pero si el autoconocimiento ya es difícil, no digamos la autoaceptación.
El autoconocimiento es antesala de la autoaceptación. Ésta implica reconocer nuestro sitio, nuestras limitaciones y nuestras cualidades. Finalmente entenderemos que nadie es bueno en todo y que cada uno de nosotros destacamos en algo determinado, perdiendo con ello sentido la idea de querer sentirse el mejor. El problema es que constantemente los medios de información ensalzan determinadas virtudes, haciendo con ello que las deseemos. Pero nuestra seguridad y autoconocimiento nos harán ver que tales virtudes, como todas las demás cualidades, no son más que parte del acervo vital del ser humano. Tales virtudes no son más que otras, a pesar de su reconocimiento, que no es más que otro de muchos convencionalismos.
Pero la fuerza no nos la dan los convencionalismos, sino la seguridad en nosotros mismo, consecuencia de la autoaceptación.
Por Cástor y Pólux.
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