JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.
(OTOÑO)
El cauce va quedando fuera, con la resaca.
Cada vez es mas baja y mas triste la orilla.
Bajo el puente ferroso, el sol, en fuga opaca,
pasa una amarillenta y roja pesadilla.
¡Horizontes del agua! Un enorme diamante
planea, albino, en el ocaso. El laúd tardío
que no puede arribar, ancla, bello y distante,
ante el esmerilado poniente igual y frío.
Es olor todo el ámbito. Por la marisma hueca,
los juncos tienen alas. Y en la lama—ancho viento
el sol que muere, como a una gran hoja seca,
pinta nervios de luz, en tejido sangriento.
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