Llegó el otoño como llega el día, casi imperceptiblemente pero sin pausa. Llegó el otoño como llega todo cambio, sin premuras pero inexorable. Cierto es que no siempre es así. Hay cambios drásticos, como la muerte, un accidente o una decisión.
El cambio es la esencia, al menos en parte, de la propia existencia y realidad. No creo exagerar. El propio tiempo parece transcurrir porque las cosas cambian. Si todo fuera siempre igual la existencia sería como una foto.
Nuestro cuerpo cambia constantemente, nuestras neuronas pasan por distintos estados eléctricos y sus membranas adquieren distintos potenciales, creando una transferencia de elementos con su entorno que igualmente cambia.
Sólo repito lo que otros han dicho y pensado antes. Ya los presocráticos hablaban del cambio como esencia del mundo. Yo, aquí en la atalaya, hago míos esos pensamientos, entendiéndolos y sintiéndolos.
Insisto en el cambio, a pesar de la obviedad, porque es algo básico difícil de rebatir, y sobre lo que apenas el hombre ha construido poco más. En realidad ha construido mucho, pero no un conocimiento seguro e irrebatible como el de que todo cambia, no un conocimiento aceptado por todos. La filosofía y la religión, por ejemplo, han construido mucho, pero nada que no pueda rebatirse fácilmente o que al menos pueda ponerse en duda.
En realidad nuestro conocimiento sí ha avanzado, a través de la ciencia. La ciencia pretende describir y explicar el cambio, y algo ha logrado en ese sentido. Las matemáticas y la lógica son sus instrumentos. Matemáticas y lógica, verdaderos sustitutos de la filosofía y la religión, también con limitaciones, pero más certeras en la explicación del mundo.
Quisiera limpiar mi mente de los prejuicios e ideas preconcebidas con que la filosofía, la religión y la mentalidad local la han invadido. Esa limpieza es prácticamente imposible, y sólo la ciencia, también prejuiciosa en cuanto lo son las mentes que la usan, puede apenas liberarme un poco de tanta astilla y tanto polvo incrustado en mis ideas. Esa limpieza es la verdadera libertad, realmente coartada por las limitaciones que nosotros mismos, a través de los recovecos de nuestra mente, nos imponemos. Y sólo un ápice de esa libertad es suficiente para respirar un poco. Creo ciertamente que éso es lo único a lo que puede aspirar el ser humano inquieto y consciente, a respirar un poco, a tomar de vez en cuando una bocanada de aire fresco. Lo demás ..., pura utopía.
Por Pólux.
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