La semana pasada me ocurrieron dos sucesos inimaginables. Si ya era difícil que aconteciera uno, ya os podéis imaginar mi sorpresa porque fueran dos y en la misma semana.
El primero fue en el tren de cercanías. Ya he hablado más de una vez de la falta de respeto y educación a la hora de subir en tropel y sin dejar bajar antes a quien quiere hacerlo, pareciera que se nos va la vida en ello. Pues en ese momento, cuando todos intentan subir antes que quien está a su lado, alguien me miró y me cedió el paso, me dijo "suba usted" mientras hacía un ademán con el brazo invitándome a hacerlo. Aún no me lo creo.
Pero apenas dos o tres días después estaba en la cola del supermercado, en la única caja abierta que había. En un momento dado abrieron otra caja y, como suele ser lo normal, pasan a la nueva caja, y así suelen pedirlo los empleado, los que están esperando en el mismo orden que ocupan. Es lo normal, repito, y lo lógico. Pero todos sabemos que siempre hay un listo, que ha llegado el último o está al final de la cola y sale disparado a situarse el primero en la nueva caja abierta. Pues ese que estaba el último, viendo que yo no me había dado cuenta de que habían abierto la otra caja, motivo más que suficiente para que otro hubiera aprovechado y se hubiera colado sin ni siquiera yo darme cuenta, me avisó y me instó a que pasara el primero (era el turno que me correspondía). ¡Y lo hizo con amabilidad y simpatía! Como en el caso anterior aún no me lo creo.
En fin, después de quejarme tanto de la mala educación y de la falta de respeto no me queda más que reconocer que aún hay quien tiene educación y respeta con los demás, aunque, eso sí, sean pocos, muy pocos, pero existen.
Por Pólux.
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