¿Habéis ido alguna vez en un tren de cercanías que de pronto se convierte en un gallinero? La gente conversando a voces, risotadas, más voces, más risotadas. Como nadie se oye bien por el ruido se habla más fuerte y se produce más ruido aún.
De vez en cuando se escucha una conversación de teléfono privada como si de un pregón se tratara, y todos nos enteramos de los problemas personales, laborales y familiares de nuestro pregonero.
En el asiento de al lado escuchamos a un grupo de personas poniendo verde a su jefe, a un amigo o a su cuñado, da igual.
Más allá incluso truenan las críticas hacia alguien que conocemos.
No nos podemos estar callados, hemos de hacernos oír al precio que sea. El gallinero está a punto de reventar y el dolor de cabeza está asegurado.
A veces, tan celosos de nuestra intimidad, la perdemos como si nada nos importara.
Por Cástor y Pólux.
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