Todos queremos no sólo ser los mejores, sino parecerlo.
Parece ser tan poco el valor que nos damos a nosotros mismos, a nuestra propia aceptación, que necesitamos el constante reconocimiento ajeno. Eso es una forma de dependencia, y como tal, una debilidad. Pero peor que esa una debilidad es el hecho de que no seamos capaces de ver tal debilidad, pues además de vulnerables nos hace manipulables.
La fortaleza interior es una virtud poco valorada. Se prefiere el reconocimiento exterior porque es más fácil de obtener. Un poco de chantaje emocional suele bastar para obtener una dosis de mantenimiento.
La fortaleza y la seguridad se confunden fácilmente con la autosuficiencia. Pero preferible es esa confusión que la dependencia del reconocimiento ajeno.
Por Pólux.
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