La experiencia en la vida se adquiere principalmente por los sucesos vividos, buenos y malos, aunque especialmente los malos. Es normal que de lo doloroso se aprenda más. Pero las experiencias, aún siendo dolorosas, no tienen por qué marcarnos negativamente el carácter. Esto más bien sucede por causa de los conflictos.
Vivir e interiorizar un conflicto es algo más complicado. Nos referimos al conflicto personal e individual, es decir, la situación en la que coexisten dos tendencias contradictorias. La angustia que generan los conflictos sí afecta negativamente a nuestra personalidad.
Hay conflictos leves, como tener que decidir si esta tarde voy al cine o me quedo en casa viendo una película, pues ambas cosas me apetecen, hasta conflictos graves, como actuar por interés de forma contraria a la que sabemos que debemos hacerlo perjudicando a otros, y que se nos reproche abiertamente.
El conflicto horada lentamente nuestra personalidad y define actitudes y comportamientos incompresibles, al menos cuyo origen creemos desconocer. El conflicto va ahogando poco a poco la frescura, la lozanía y la espontaneidad de nuestro carácter. Crea un agujero negro en nuestro interior que nos va engullendo de forma imperceptible pero continuada.
Por Cástor y Pólux.
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